CUADERNOS 31

Sobre la política exterior de España

Aunque España mantiene una excelente reputación exterior, y su presencia exterior es también notable, ha visto muy deteriorada la credibilidad de su política
exterior. Insertada con altura en un mundo globalizado de modo que nuestra dependencia del exterior es mayor que nunca, España carece, sin embargo, de los instrumentos y las capacidades para controlar esa dependencia.

Es la paradoja de no pocos países medianos que dependen del exterior mucho más de lo que el exterior depende de ellos, de modo que no controlan las condiciones de su reproducción. Añadamos el poco o casi nulo interés que la opinión pública, la publicada y la manifestada por los políticos, presta a esa dimensión exterior, por lo que, no solo no controlamos nuestra dependencia, sino que, además, no somos conscientes de ella, la minusvaloramos o la ninguneamos y, en consecuencia, tampoco estamos dispuestos (ciudadanos o representantes) a financiar un cambio significativo.

Como fuere, esa vinculación de España con el exterior tuvo un notable consenso político articulado desde la misma transición a la democracia, e incluso antes: España, que deseaba asentar la democracia, lo hacía en el doble marco de Europa y sus instituciones (la actual UE) y de la defensa de Occidente y sus instituciones (notablemente la alianza con los Estados Unidos en el marco de la OTAN). Así pues, europeísmo convencido, claro y manifiesto, doblado de atlantismo, también claro, aunque a veces vergonzante y no exento en ocasiones de antiamericanismo, más virulento con administraciones republicanas que con administraciones demócratas.

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